¿Te acuerdas de la última vez que comiste pan que no llevaba nada más que harina, agua, levadura y sal? Pan, eso es, que no dura seis días gracias a los conservantes que lleva; pan, eso es, que no tiene una lista de ingredientes igual de larga que mi brazo, escondiendo en su complejidad químicos, azúcares, y leche en polvo.
¿Te acuerdas de la última vez que comiste un huevo, quitando la plumita gris, limpiando la cáscara antes de romperla y dejando caer su líquido nutritivo en la sartén?
¿Te acuerdas de la última vez que cogiste un tomate, maduro y orgulloso, con el aroma fresco de la tomatera, cortándolo para una ensalada o para echar encima de pan, sabiendo de donde vino, en que tierra se había criado, de que variedad de tomate procedía?
Enrollados como estamos en un sistema de producción industrial de nuestra comida, los orígenes de los alimentos se alejan más y más de lo que encontramos en la cena y en el frigorífico. Nos resulta más fácil tomar la leche sin preguntar, comer el estofado sin saber, y mojar el pan sin entender. Si los huevos se pueden comprar limpios, todos del mismo tamaño, ¿por qué preguntamos? Si los tomates, envueltos en su plástico crujiente, son tan igualitos que parecen que han salido de una máquina en vez de una planta ¿para qué preguntamos?
Preguntamos por lo siguiente. Preguntamos porque al no entender las raíces de nuestros alimentos, perdemos un enlace entre nosotros y la naturaleza; entre nuestros cuerpos y el bienestar del planeta; entre nuestra historia y nuestras tradiciones alimentarias, y el gusto de clavar los dientes en comida que entendemos. Llegar a un sistema alimentario que conserva estos enlaces requiere que valoremos la comida no sólo como alimento sino como punto de reunión entre el medio ambiente, la salud, el placer y la cultura. Requiere que lo veamos de una manera distinta y holística, en que el queso no es sólo queso sino también el producto final de un proceso largo y delicado que empezó con la energía de la luz del sol, transformada a través de la hierba en alimento.
Preguntamos porque sabemos que una observación más analítica hacia la comida y su producción nos recompensarán, por reunir y conservar estos enlaces que ya estamos perdiendo.
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